Cadiz. Corrida del Corpus. 17-6-65
"...y la plaza que sigue vestida de novia en demanda de más trofeos"
Día 17 de Junio de 1965
6 Toros de Barroso
- Antonio Ordoñez
- Diego Puerta
- Emilio Oliva
EL POEMA TORERO DE ANTONIO ORDOÑEZ
El rondeño sale a hombros en unión de Diego Puerta tras cortar ambos dos orejas y rabo. Emilio Oliva, premiado con oreja, también salió triunfalmente.
Comentario a la corrida celebrada esta tarde en Cádiz, con motivo de la festividad del Corpus, según la manera de ver de Curro Fetén, servidor de ustedes.
Una de las artes más difíciles es, sin duda alguna, la del toreo. Y si me apuran diré que la más difícil de todas ellas. El toreo cuando se siente, cuando se ejecuta como lo interpreta Antonio Ordoñez, adquiere categoría de Bellas Artes. Y es que el de Ronda es un poeta del toreo. Torea haciendo poesía, dando a la vulgar prosa de la lidia un sentido, una belleza, un ritmo y una medida que hacen que la estética borre con la suavidad del lento transcurrir de las telas toreras, toda brusquedad, para hacer de la lidia ballet de luz y de color.
La elegancia de su toreo, el temple y la armonía en todos los movimientos del artista no son para ser contados. Esta tarde en la “tacita de plata”, salada claridad que dijo de Cádiz Machado, Antonio Ordoñez ha escrito dos poemas toreros de singular belleza. Con el capote, archivero de cortesías en los saludos primeros, ha rimado a la perfección la belleza de la verónica fundamental y con la muleta, rotunda, entonada y magnífica, ha cantado por todo lo grande las excelencias de un toreo eterno, base y fundamento de la fiesta.
Y con ella, con la franela en su primer toro, ha dejado constancia de su sentido de la medida, de lo justo y regusto, para meter al toro una veintena de muletazos en los que no cabía mayor templanza ni mayor aplomo en el lento ir y venir del engaño. Y cuando el rondeño remató su obra con una excelente estocada y dos golpes de cruceta, se le premió con una gran ovación y petición de oreja, limitándose el artista a saludar modestamente. Pero el poema grande en versos endecasílabos vino en el cuarto. El toro asperillo y con la cara alta no se prestaba a grandes cosas, pero el torero lo metía en seis muletazos por bajo prodigiosos de temple y mando. Seis muletazos en los que a fuerza de llevar superiormente toreado a su enemigo, de llevarlo embarcado en el engaño, enseñó a embestir a la res ahormando sus asperezas.
El toreo fácil, sin brusquedades, con sentido de la estética, brotó con inspiración. Sentimiento en la hondura y la pureza más alambicada, para en una cuarentena de toreo al natural, pases con la derecha y ligazón de los de pecho acabaran en desplantes torerísimos. Y tras ello, la firma de la estocada que tira al toro patas arriba. Una oreja, otra y el rabo también y la plaza que sigue vestida de novia en demanda de más trofeos, en tanto que Antonio daba sosegada vuelta al ruedo recogiendo la admiración y el tributo de las ovaciones de la multitud.
A Diego Puerta, le toca pelear con su primero, un toro que llega a la muleta defendiéndose, refugiado en tablas y buscando peligrosamente por ambos pitones, pero al que Diego Valor le expone lo indecible y lo mata de media y descabello a la primera, todo lo cual le vale una gran ovación. Pero Diego no se entrega y pelea artística y valerosamente con el quinto, al que torea a la verónica de forma espléndida, teniendo que saludar montera en mano. Y otra vez cubre con laureles su joven frente al llevar al caballo a su enemigo por chicuelinas galleadas que forman un alboroto y que son premiadas con grandes olés y nuevamente tiene que destocarse. A la muleta llega el toro poniéndose peligrosamente por el pitón derecho, pero el de San Bernardo le realiza una brava y torera labor con pases sobre la mano izquierda en los que tira de su enemigo de forma magistral y remata con los clásicos de pecho de pitón a rabo. La faena, completísima, es muy variada y garbosa y llega con fuerza a los tendidos. Por ello, cuando tumba a su enemigo de una entera, se le otorgan las dos orejas y el rabo que pasea en triunfo por el ruedo. Otra actuación memorable del gran torero de Sevilla.
Y Emilio Oliva, que está valentísimo con capa y muleta en sus dos enemigos a los que expone con ese valor suyo, auténtico. Torea entre muestras de complacencia de la parroquia que le jalea sus verónicas pases sobre ambas manos que entusiasman en dos faenas muy valientes. No acertó pronto con el acero en su primero, por lo que el premio quedó en una ovación, pero al matar al sexto de una estocada, se le otorgó una oreja y salió también en hombros de la entusiasmada multitud.
La corrida de Barroso, brava y encastada, ha peleado muy bien con los montados, dando para los de a pié el juego que queda reflejado en este comentario.
Y nada más, hasta mañana a esta misma hora, Curro Fetén, servidor, les desea muy buenas noches a todos.