León. Feria de san Juan y San pedro 25-6-70
Era que en la arena, un hombre y un torero, estaba dándolo todo con ilusión de novel y cuajo de torero de historia.
Día 25 de junio de 1970
6 Toros de Molero Hermanos
- Diego Puerta
- El Cordobés
- Miguel Márquez
CLAMOROSO ÉXITO DEL CORDOBÉS QUE CORTA TRES OREJAS CON PETICION DE RABO. LA CORRIDA DE AYER EN LEON. 25-6-70
Otra vez en el ruedo El Cordobés y con él, el éxito clamoroso que suele acompañarle en tantas plazas que pisa. Plaza llena, cartel de no hay billetes, al conjuro de su nombre multitudinario. Y una expectación desbordante en torno a este festejo, en el que se lidian toros de Molero Hermanos, bien presentados y sin dificultades de monta, salvo el tercero de la tarde, que se ponía sobre ambos pitones. El cuarto fue devuelto a los corrales por su invalidez y fue sustituido por otro del hierro de Benítez Cubero, bronco y difícil. Los del campo vallisoletano adolecieron de poca fuerza.
No está teniendo suerte con la espada en estas últimas corridas el sevillano Diego Puerta y por ello, triunfos ganados con capa y muleta, quedan reducidos a una solitaria oreja o vuelta al ruedo. Porque el maestro de San Bernardo ha hecho a lo largo de la calurosa tarde, méritos más que suficientes para haber cortado las orejas a sus dos enemigos. En su primero, ha estado valentísimo y torero. Sus verónicas de cargazón y temple y sus chicuelinas vibrantes y gravosas, le han valido merecidas ovaciones, así como con la franela con la que ha llevado a cabo una faena plena de garbo y gracia, de hondura y entrega en la que ha brillado su luminoso toreo. Pero cuando todo marchaba camino del éxito grande, la espada, en dos entradas y descabello, ha dejado el premio en una oreja que paseó triunfal por el ruedo. Pero es en el sobrero lidiado en cuarto lugar donde Diego Puerta ha dicho aquí estoy yo. El toro, bronco y difícil, tenía mucho genio, echaba las manos por delante y cabeceaba descompuestamente. Pues bien, en este toro Diego Puerta se ha crecido hasta jugarse la vida en cada pase, aguantando derrotes y coladas hasta llevar a los atiborrados tendidos una emoción extraordinaria. Pero de nuevo la espada, pinchazo y media, deja el premio en ovación con saludos desde el tercio.
El Cordobés ha vuelto a estar irresistible en su desmedido valor, cuajado en figura del toreo clásico, ha entusiasmado a todos y ha hecho que la plaza se le entregase en un clamor de oles y ovaciones difíciles de relatar. El clamor unánime de la multitud entregada al genio y personalidad creadora del de Palma del Río que, olvidado de su fama y de sus millones ganados a fuerza de corazón, se esforzaba en dar una lección de grandeza extraordinaria. Era que en la arena un hombre y un torero, estaba dándolo todo con ilusión de novel y cuajo de torero de historia. Y así sus verónicas, chicuelinas y recortes, sus medias apretadas y templadas, pusieron al público en pie en sus dos toros. Y después, en su primero con poca fuerza, al que había que mimarlo mucho, una gran faena. Una faena plena de temple y dominio, magistral en llevar y traer a su enemigo embebido en los vuelos de la muleta suave y templadísima, para cerrar su trasteo con sus pases de rodillas, los desplantes valerosos y toda la gama de su personal toreo. Mata de una estocada y dos golpes de verduguillo y pasea por el ruedo la oreja que le fue otorgada. En el quinto de la tarde ya formó la que no está en los escritos. Con este toro lió tal alboroto y entusiasmo que la plaza era un continuo clamor de oles y ovaciones. Ayudados por alto, redondos, naturales y de pecho, fueron manando de su apasionante muleta, en un derroche de valor y entrega. Era la obra de un genio torero en llamas, de una figura portentosa del toreo que ejecutaba éste con una limpieza increíble en un hombre que pisa los terrenos que él hoya. La tremenda labor muletera del Cordobés tuvo como epílogo una gran estocada que mató sin puntilla. La plaza, que era un manicomio, se cubrió de pañuelos en demanda de los máximos trofeos. Dos orejas y petición de rabo que no fue concedido. Es igual, allí había quedado aquello. Se le obligó a dar dos triunfales vueltas al ruedo en medio de un delirio indescriptible.
Miguel Márquez ha visto cómo por la espada, manejada siempre con firmeza y derechura, perdía los trofeos que ganara sobradamente con capa y muleta. Porque el malagueño, hábil y certero matador siempre, no ha estado afortunado con el acero y por ahí se le ha escapado el triunfo resonante en sus dos toros. Toreó superiormente con el capote a ambos, llevó colosalmente al sexto al caballo por chicuelinas galleadas y en los dos estuvo valiente y torero a carta cabal, en sendas faenas en las que jugó sobre ambas manos con aplomo y buen gusto, dibujando tandas de pases en redondo y naturales que al ser cerradas con los forzados de pecho de pitón a rabo, hacía crujir los tendidos de entusiasmo. Labor meritísima del pequeño gigante de Fuengirola que, todavía no restablecido completamente de su último percance, supo pisar la plaza con firmeza y decisión de siempre. Mató a su primero de media un poco desprendida y hubo ovación con saludos. N el sexto, perdió los trofeos por matar de dos pinchazos y estocada desprendida. Hubo, no obstante, petición y vuelta al ruedo triunfal.-