LA CRÓNICA: EN PAMPLONA TAMBIÉN HAY TRACAS
LA CRONICA:
EN PAMPLONA TAMBIEN HAY TRACAS.
DESDE LA CAPITAL NAVARRA PARA RADIO HOSPITALET
La tradición del encierro hace que corran delante de los toros mozos de todas las clases sociales. No hay pamplonica que se precie que no haya corrido algún año los encierros y son tantos, que apenas caben por las puertas. Tropieza uno y cae y caen sobre el los que le siguen, formando una muralla humana sobre la que salta el ganado, realizándose anualmente el milagro de que no se produzca una catástrofe. Ese momento, como todos los que dura el encierro por las calles, constituye una nota única, maravillosa, que lleva a Pamplona peregrinaciones de curiosos para gustar de las fuertes emociones. Una fiesta única e inimitable que como todos los años comienza con esa sana alegría en la que corre el vinillo de la ribera con una prodigalidad asombrosa.
CÉSAR GIRÓN CORTA OREJAS Y RABO A SU PRIMERO Y ESCUCHA LOS TRES AVISOS EN EL QUINTO.
CRÓNICA DE LA CORRIDA DEL DIA 9-7-54
Sí, Señores. En Pamplona también hay tracas, al menos hoy, porque los toreros no han dado un petardo, no, ha sido una sucesión de ellos, que es en definitiva lo que forma una traca.
Porque también los fracasos son tan redondos como los triunfos y eso en Pamplona en fiestas, no se perdona. Al final de la muerte de sus toros, Ordóñez y Pedrés escucharon, maravillosamente interpretada por las Peñas pamplonicas una desconsoladora marcha fúnebre. Menos mal que le queda mañana una corrida al maestro de Ronda y en ella podrá demostrar con los Miuras su alta valoración artística.
Había observado a César Girón detalles de torero calé, personalísimo y genial. Hoy ha confirmado plenamente que ya lo tiene hecho todo en el toreo. Su valor, su madurez artística, no pueden negársele y por ello hoy, para cambiar un poco, ha tenido la genialidad de que le encerraran su segundo toro. Pero es que a este toro lo había banderilleado y pasado por la faja en unos naturales repletos de quietud y aguante. La música dejó escuchar sus sones, pero a la hora de matar, pintaron bastos, pues el toro no hacía nada por él y echaba la cara arriba. Pasó el tiempo reglamentario y el presidente se vio obligado a mandar salir los mansos. César Girón, cabizbajo, cruzaba la plaza en dirección a la barrera.
Pero la cara de la moneda en la corrida la ha constituido una faena torerísima de César sobre una y otra mano en la que se ha entregado completamente en su afán de triunfo y de conquista. Hay que contar con el venezolano cuando se quiera hablar de los maestros de capa. Al primero de su lote lo ha toreado con elegancia y una profundidad verdaderamente admirable. Fueron unos lances poniendo en el trance un temple y un mando nada común. Y es que con la muleta César Girón ha toreado con un ritmo y un son, que solo las figuras de verdad pueden tener. Naturales, baja la mano y derechazos completamente circulares en los que el torero ha sido el que en realidad ha imperado sobre la fiera. Sus muletazos por alto han arrancado oleadas de entusiasmo, precedidas de los gritos angustiosos del público asustado y asombrado de los terrenos que pisaba el torero. Y para colofón, la estocada, la gran estocada en la que el torero ha entrado muy por derecho y muy en corto. Ni que decir tiene que se cubrió la plaza de blancos pañuelos y que César Girón dio dos vueltas al ruedo siendo portador de las dos orejas y el rabo de su enemigo.
Cara y cruz del toreo, triunfo y fracaso, pero fracaso relativo, porque nadie es responsable de no tener un momento de suerte tan necesario a veces.
Los toros de Bohórquez estuvieron bien presentados, pero broncotes y con una bravura áspera. Sólo hubo un toro que llegó a la hora de la muerte peligroso de verdad, el sexto, que fue pésimamente lidiado.