Marbella 18-7-70

Haciendo alarde de sus facultades, prendió los cuatro palos en un espacio no superior al que ocuparía una moneda de diez duros.

              
 
 
 
              Día 18 de julio de 1970
 
           6 Toros de Martínez Elizondo
            - Paco Camino
             - Francisco Rivera “Paquirri”
             - Miguel Márquez 
 
TRES OREJAS Y RABO A CAMINO; TRES CON PETICIÓN A PAQUIRRI Y CUATRO Y RABO PARA MARQUEZ
Marbella 18.- Con motivo de la festividad del 18 de Julio, se ha celebrado en la plaza de toros de Nueva Andalucía, que ha registrado una gran entrada, la anunciada corrida de toros en la que se han lidiado toros de Martínez Elizondo, que han dado en su conjunto buen juego, estando además muy bien presentados.
Veníamos por primera vez a esta hermosa plaza, gemela en cuanto a comodidad y grandeza a la bilbaína de Vista Alegre. Una gran plaza, con cómodos accesos y enclavada en uno de los lugares más bellos de este paraíso que es la Costa del Sol. 
Y hemos tenido la suerte de que esta corrida de nuestra primera visita a tan magnífico coso, haya resultado de lo mejor. Paco Camino ha tenido una sobresaliente actuación. A sus dos toros los ha toreado a la verónica clásica, con un temple y una armonía única. Y es que cuando el sevillano se abre de capa, de ella brota un reguero inagotable de belleza. Con la franela, llevó a cabo en su primero una faena alegre y variada, en la que instrumentó con su peculiar buen arte toda clase de muletazos, entre música y continuo jalear de los aficionados, siendo premiado con una oreja tras pasaportar al de Martínez  Elizondo de estocada. Pero donde Camino toreó como él sabe, fue en el cuarto de la tarde, al que instrumentó una faena que fue una rutilante lección del mejor y más ortodoxo toreo. Adelantando la muleta, cogida ésta con la mano izquierda, el diestro camero hizo del pase fundamental, del natural y de pecho, las columnas básicas sobre las que construyó su toreo. Faena digna de un torero de su categoría y que fue paladeada por los aficionados. Y cuando tras el toreo fundamental llegó el redondo y los adornos garbosísimos, la breva del éxito estaba madura. Cuadró a su enemigo y ejecutando la suerte, logró una gran estocada. Con la plaza cubierta de pañuelos, la presidencia otorgó las dos orejas y el rabo dando el diestro una triunfal vuelta al ruedo.
Había saludado Paquirri al segundo de la tarde con apretada larga de rodillas y verónicas, cuando el público estimó que la res arrastraba los cuartos traseros, por lo que se organizó una fuerte protesta. Pero tras ser picada, se vio que era sólo un calambre. Paquirri lo banderilleó entre ovaciones y con la franela le hizo una labor plena de dominio y poderío en la que logró toda clase de pases. Mató de estocada y fue premiado con oreja. En el quinto se hizo ovacionar en verónicas y chicuelinas. El toro, de acusado temperamento, dio ocasión al de Barbate de brindarnos uno de los mejores tercios de banderillas que recordamos. Fueron dos pares de poder a poder, uno por el pitón izquierdo y otro por el derecho, en los que tuvo que hacer alarde de sus portentosas facultades y de su facilidad como banderillero al prender los cuatro palos en un espacio no superior al que ocuparía una moneda de diez duros. Pero donde puso la plaza boca abajo fue en el tercer par, de las cortas, al quiebro, en los medios, en donde aguantó la fuerte arrancada de la res para prender un par de antología. La ovación fue de auténtico clamor, cual merecía la hazaña. Y para completar su actuación, una faena emotiva y artística en la que hubo pases de todas las marcas, ejecutados en medio de las ovaciones del público, entregado al arte y al valor del maestro gaditano. Cuadró a su enemigo. Arrancó a matar con rectitud, pero el estoque dio en una banderilla y al desviarse de la recta, hizo que la espada asomase por un costillar. Paquirri, con valerosa habilidad, la sacó al instante, cuadró de nuevo al toro y se tiró a matar logrando una estocada entera que mató a su enemigo. Se cubrió la plaza de pañuelos en demanda de los máximos trofeos. La presidencia concedió las dos orejas sin hacer caso a la petición de rabo, por lo que la bronca fue épica. Paquirri renunció a los trofeos y el público le obligó a dar tres triunfales vueltas al ruedo, abroncando al final de ellas a la Presidencia. 
Miguel Márquez, la afición hecha torero, ha alcanzado un éxito resonante. Y no podrán decir que ha sido por mor del paisanaje. Porque el diestro de Fuengirola, pletórico de afición y casta, con un arte más depurado cada día, ha toreado como para cortar iguales trofeos en plazas que presuman de rigoristas. Toreando con el capote como él lo ha hecho, sólo se puede ser una figura grande del toreo como el “boquerón de oro” lo es. Verónicas de abierto compás, otras juntando las zapatillas y chicuelinas tan apretadas como toreras, han manado de su capotillo lleno de inspiración. Y ya con la muleta, el acabose en dos trasteos en los que la quietud de la figura, el lento transcurrir de la tela torera y el mando que supo imprimir a los muletazos, enardecieron al público. Faenas plenas de arrogancia y gallardía, en las que hubo pases de las más variadas marcas, de pie y de rodillas, en los que dejó impreso la marca de su arte personalísimo. Un toreo basado en la entrega constante, en el valor sin trampa y en un arte estimable. Todo ello hace que tenga gancho su toreo y que a su conjuro los aficionados se le entreguen sin condiciones. Y como tras torear superiormente el malagueño mata más que un rayo, ahí quedaron como muestra las dos estocadas que abatieron a sus enemigos. Fue premiado en su primero con las dos orejas y el rabo y al que cerró plaza le cortó también las dos orejas, siendo despedido, al igual que sus compañeros de terna, con una gran ovación y saliendo en triunfo se la plaza.-